Seguía tratándome de quitar las luces rojas de
mi cabeza; el bar a donde me había metido mi hermana estaba más chico que la
mente de papá y más dañado que el corazón de mamá. Fue peor cuando decidí
tomarme esa cerveza, acabe tirado en el suelo, vomitando mi ser.
Cuando termine de vomitar el resto afuera del
recinto, fue cuando me tope con su mirada y unas cuantas servilletas en la
mano; no entendí lo que me decía pero quede encantando desde ese instante.
Cuando terminaba de limpiarme, me preguntó ,en
un inglés un poco alterado, si me encontraba bien; tuve que mentirle, me sentía
fatal o al menos eso creía. Me ofreció un poco más de servilletas y se metió a
terminar su jornada laboral; ya sabía donde encontrarla.
Fue entonces cuando entre al recinto para
buscar a mi hermana e irnos a casa. La volví
a ver y me sonrío. “Que maravilla” –pensé-. Me arrastre a la barra,
pagué la cuenta, quité las manos del depravado que tocaba a mi hermana y nos
fuimos.
No espere ni siquiera un día para volver a ver
a aquella muchacha que me ayudo a recuperar mi ser. Regrese a ese bar por la
madrugada; no sé si fue cosa del destino, pero llegue en el momento justo del
cierre. Le ofrecí salir a tomar un café.
Cuándo la estaba llevando a su casa después de
dos americanos bien cargado me dijo que se llamaba Elizabeth y que era madre
soltera.
Me ofreció pasar a su casa. Tenía uno 20 metros
de patio antes de entrar a la cocina. Vi algo que se movía hacía nosotras
gritando: “¡Mamá, mírame, soy Miss
Universo!”. Era una niña aproximadamente
de unos 11 años, tenía tacones bajos, una playera debajo de su vestido que
claramente le quedaba un poco grande, un collar blanco que le llegaba hasta el
ombligo unos guantes blancos, de esos que te llegan casi hasta la altura del
codo, maquillaje y unas plumas en la cabeza que simulaban una diadema. A un
lado se encontraba una especie de “hombre” creado a base de globos y playeras.
Fue entonces cuando Ely, como le empezaba a
llamar, me volteo a ver, un poco apenada le dijo a la niña que recogiera eso y
se metiera a la casa, que era peligroso que jugará afuera, el condado no era
seguro; entonces entendí.
Mientras caminábamos para entrar a casa, le
pasé mi brazo por encima de los hombros a Ely y le dije: “Tranquila, ahora yo
te devolveré su ser”- y la bese-
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